En Corea,
o en esta parte por lo menos, todo o esta crudo o pica que te cagas. Comes con
un litro y medio de agua del grifo añadido a la pinta de cerveza de turno. Como
en los pantanos de este sitio hayan meado los monos de las montañas, dentro de
unas horas estaré cagando fuego griego. Pero en el momento en que te llevas a
la boca esos trocitos de verdura y pescadito bien empapados en chili del
infierno, te arde tanto la boca que te beberías un puré de vísceras de abuela
si no hubiera nada mas a mano.
Me pregunto cómo será la comida de los
hospitales.
La
calle del hotel del vicio en el que me han metido, el paseo marítimo de la
ciudad, es una fila de restaurantes con viveros de marisco y peces, toda la
fachada. Todos iguales con un montón de luces y neones en plan Las Vegas del
pescado. Son como 500 metros uno detrás de otro hasta un gran cruce de calles…
donde hay un MacDonalds. Ayer, segundo
día, con el estómago ya del revés por el picantito, y negándome a un Big Mac,
entre en uno de estos típicos sitios intentando pedir verdura insípida o una ensalada.
Error. Lo que pensé que lo era acabo por ser… picantisimo.
Pero
fue curioso. En la mesa de delante un viejete con sombrero, deborándose y
sorbiendo un bol de algo supercaliente, no paraba de mirarme. No sabía si era
curiosidad u hostilidad o qué coño. No abundan los occidentales en Jeju. Estaba
a empezando a sentirme intimidado porque además el humo de la comida le daba un
toque espectral al tipo, todo serio y con la mirada clavada en mí, que parecía sacado
de un mal sueño, cuando coge y le pega una voz a la camarera para que viniera a
atenderme. El viejo estaba siendo cortes a costa de ser un auténtico cabrón con
la muchacha.
Después de pedir la supuesta ensalada le he agradecido con un gesto de cabeza y me ha sonreído por un segundo. Luego se ha puesto serio otra vez y ha
seguido comiendo. Al rato he buscado con la mirada para pedir la cuenta. Pues
vozarrón del viejo y la tía en un medio segundo a mi lado toda amable.
No se si
sería el dueño o un cliente. Cuando me he marchado me ha vuelto a sonreir y me
ha saludado con la mano como quien saluda a un niño.
La
endogamia científica me pega tres patadas. ¿Y de que va tu charla?, pregunta un
tipo de estos. De dispositivos optoelectrónicos asociados a los bio….bla bla
bla, contesta otro. Ah, que interesante.
Y una
polla como una olla.
¿Y cuál
es su campo? La vertebración de su madre a cuatro patas. No me diga, pues tengo
entendido que la microscopia de emisión fotoeléctrica ha hecho grandes avances
en ese terreno. Ni que lo diga, querido amigo, en mi laboratorio hacemos
imágenes 3D in situ.
De ese
palo va este negocio. Doctores, eminencias y gilipollas de toda índole, color,
descendencia y procedencia, haciéndose como que se comen el morro, compitiendo por
quien la tiene más grande, que es en general a lo que se dedica el virus
humano, desde estibadores a pensadores pasando por putas (que nos engloba a todos),
médicos, curas y pescadores de bajura. El estigma que marca la jerarquía de lo
que es un tipo brillante en algo, cuando es un anormal en otras muchas cosas
como lo somos todos, se hace notar mucho en la historia esta del conocimiento. Cuanto
más se supone que sube en un sujeto en esa supuesta escala más me da la sensación
de que se demuestran miedos, carencias y prejuicios. Que no quiero generalizar
como dice mi colega del Mossad pero… generalicemos, hombre, generalicemos, que
es un juego muy entretenido